La ciudad que huelo, oigo y siento

El abogado ciego Carlos Nepper nos describe a la Barranquilla que perciben sus otros sentidos 





En la sala para ciegos en la Biblioteca Departamental.

Carlos Nepper Monsalve nunca ha visto los colores de Barranquilla, el de sus robles morados y amarillos, el de los disfraces del Carnaval. Ciego de nacimiento pero con la sensibilidad del oído para escuchar las voces de los coterráneos en su bullicio, para sentir el calor de su gente y para oler la riqueza y pobreza de Barranquilla.
Nació en San Roque hace 42 años y hace 4 años cambió el fragor de uno de los barrios más tradicionales y populares para estar en el sosiego de El Recreo.
Su casa, frente a la sede de la Cruz Roja, tampoco está diseñada para su discapacidad: una entrada con 9 escalones de cemento y baldosas que lleva a una pequeña terraza más ancha que larga. Carlos me advierte que sí tiene una adaptación: una baranda de apoyo de cemento a la izquierda.
“Construirla fue un problema, porque la vecina se quejó que le estábamos invadiendo”.
Las evocaciones de la niñez en la ciudad llevan a Carlos a las carreras en el estadio Romelio Martínez, algunos chapuzones en la Piscina Olímpica, siempre acompañado de su mamá o un pariente, el aroma de café, que siempre lo lleva a la barriada de San Roque, y las visitas con su primo por Barlovento a la Biblioteca de la Aduana.
Esos recorridos llenaron la memoria del olfato con otros olores como el de aceite. “Es el que me indica que voy por la Vía 40”, o el hedor de caños, de basuras y orines que anuncia que está cerca del mercado.
La inseguridad no la ha vivido, pero la huele a diario, la escucha. Es la que escucha de las periodistas de la radio. Solo una vez lo han atracado, asegura Carlos. Siendo niño a su primo que lo acompañaba le quitaron una cadena de oro.
“Me entristece pasar por parques como el San José o el Parque Almendra y sentir el olor a marihuana, el de los desplazados, de la gente de la calle, nauseabundos. Me molesta que la gente tire la basura la calle, un chicle, una bolsa de agua. ¿Yo qué hago? Me la guardo en el bolsillo o pregunto donde hay un bote de basura”.
En la adultez ha sentido el peligro en sus salidas agarrado a su bastón.
-Porque desde pequeño le dije que tenía que aprender a defenderse solo, admite Policarpa, su mamá, atenta a sus palabras en la sala de su casa.
Ahora, como profesional del derecho y Ad litem, graduado en la Universidad del Atlántico, Carlos tiene una ciudad en la cabeza, que le duele más como miembro de una población vulnerable, pero sin perder esa sonrisa sincera que siempre muestra los incisivos superiores. “Barranquilla es una ciudad chévere, muy amable pero descuidada”.
Como abogado y litigante, trabaja en los alrededores del Centro Cívico, donde el espacio público tiene dueño. Las anécdotas y tropezones tras el toque del bastón, le han dado más que sustos, la agudeza para escuchar hasta la mentada de madre más musitada.
Algunos vendedores son tan imprudentes como sus mercancías ubicadas en el camino público que también son agresivos en la advertencia.
-¡Hey llave bájate, porque no hay espacio! recuerda Carlos Monsalve una de esas frases que escucha en su andar por el Centro.
“Una vez tropecé con un vendedor de candados y me tocó como siempre hacer silencio, seguir mi camino, mientras escuchaba que dijo despacito: Ese ciego hp…”.



Carlos Nepher en la carrera 38 con calle 39 en Barranquilla. 

“La ciudad la siento muy enredada. Siento que hasta en los andenes hay restaurantes. Camino y siento el olor a sopa ¿Dónde está la autoridad para defender el espacio público?”.
Si los que tenemos nuestros sentidos nos puede molestar que en el camino peatonal hay carros atravesados y nos obliga a bajarnos del bordillo, ahora imaginémonos a Carlos que tiene que ir paso a paso, con cuidado.
¿Qué lugar de la ciudad te gusta, te hace sentir bien?
“Sí hay un lugar donde yo me siento más seguro en Barranquilla después de mi casa y que me gusta estar es la sala de tecnologías accesible para personas con discapacidad de la Biblioteca Departamental”.
***
Carlos es un preocupado por los discapacitados. No hay escenario donde no esté para expresar que la administración distrital y las autoridades deben visionar una ciudad inclusiva.
Participó en las mesas del Plan de Desarrollo 2012-2016 de la localidad Norte Centro Histórico y presentó sus consideraciones para buscar una política pública para personas con discapacidad.
Cree en las buenas intenciones de la alcaldesa Elsa Noguera, aunque precisa que uno de sus actuales funcionarios y viene de la pasada administración, dejó como presupuesto para el 2012, unos 40 millones.
El Proyecto Reddi presentó un documento propuesta para el Plan de Desarrollo en el que señala, entre otras, un diagnóstico y el cual señala como los presupuestos han disminuido para los discapacitados. En el 2006 y 2007 se destinaron $150 millones, en el 2008-2009, $100 millones y en el 2010, $80. 
“Barraquilla sí ha cambiado. El Transmetro es un avance, pero se necesita más vías, más rampas. Más empleos, oportunidades y aprovechar la cultura ciudadana para respetar”, insiste, porque es víctima de la indiferencia de algunos choferes de buses que no se detienen o le ponen condiciones para esperarlo.
“Me dicen antes de subirse, en aquellos que no tiene torniquetes si no sensores, que levante el bastón. ¿Cómo se les ocurre? No puede avanzar sin el bastón”.
Transmetro tiene espacios para pasajeros con sillas de ruedas, el resto, ni los taxis están adaptados.
***
Acompañé a Carlos a la Biblioteca Departamental y comprobé cómo nuestra cultura ciudadana nos atenaza para dar una mano o tener una cortesía con una persona con limitaciones. Somos amables para dar una dirección, pero a un ciego le caen miradas de indiferencia, sorpresa y escrutadoras.
Caminó unos 80 metros desde su casa hasta la calle 65. No lo hizo por los andenes hasta unos 20 metros que subió a la zona peatonal y llegó a la carrera 38. Sintió que tenía alguien cercano y le pidió el favor que si podía pararle el bus de la línea que lo dejara en el Centro, en la calle 38. El pasajero aceptó porque estaba también esperando esa ruta.
Intercambiaron algunas palabras y algunos silencios rotos por el rugir de los motores o un pito de carro imprudente.
Diez minutos después de espera, Carlos subió al bus de primero y detrás otros cuatro pasajeros. Con la incomodidad del torniquete, el bus andando, Carlos pagó su pasaje y hubo una reacción de un señor mayor de 50 años para cederle su puesto en la tercera fila. Carlos se sentó al lado de un joven, de unos 28 años, delgado con la camiseta de Junior y una gorra que lo atisbó de pies a cabeza.
-¿A dónde vas? Preguntó Carlos con sus gafas de sol al joven.
-Me puedes avisar cuando estemos cerca de la calle 38.
Llegó a la dirección y se bajó con la ayuda de un nuevo solidario pasajero que bajó primero. Otra incomodidad para salir con otro torniquete en la puerta trasera del bus. Allí en la calle 39, donde paró el bus y se bajó, buscó otra ayuda para atravesar la carrera 38. La Biblioteca estaba a unos 70 metros y del otro lado.
La mañana estaba agitada, con sol con uñas, pidió ayuda a un transeúnte que pasó a su lado y no lo escuchó.
-Yo sé que estás ahí, me dijo.
Lo acompañé y recordándole que venía siguiéndolo atravesamos la carrera 38. Pasamos por la calle 39, frente dos negocios de andenes con huecos que le recordaron a Carlos su reflexión.
“Es lo que te digo. No siento seguridad al caminar en el Centro”.
Carlos entró a la Biblioteca saludo con un tono de voz más fuerte, alegre, entregó un documento, le entregaron unas llaves, camino 2 metros y llegó a unos casilleros enumerados y entró a la sala de tecnologías accesible para personas con discapacidad en la Biblioteca Departamental.
Ramón Santiago, limitado visual, y coordinador de la sala, nos recibe y mientras orienta a una niña de 9 años, la única que está en la sala, nos habla de los equipos tecnológicos.
Ramón le habla al oído a la niña y le pregunta si quiere crear un correo electrónico.
La niña dice con firmeza que sí. 
Ramón calcula que el promedio de visita es de unas 180 visitantes por mes. La sala transforma a Carlos. En unos 4 metros cuadrados con equipos para lenguaje para invidentes, habla sonrié, hace chistes y cuando escucha la voz de tres hermanas ciegas que han llegado, su actitud demostró que se siente muy cómodo entre sus amigos.
Carlos se sienta en su computador y apunta: “Barranquilla está progresando pero los problemas no se solucionan con una buena administración. Las promesas hechas tienen que cumplirse”.
-¿Qué olores, sabores te recuerdan la mejor Barranquilla?
Diciembre. Es una época muy bonita. La gente siempre está alegre. Las brisas, la gente comprando.
¿Es un pedazo de Barranquilla soñado?
-Quiero y creo que todos también sueñan una ciudad con más oportunidades de empleo. En mi caso trabajo pero como todo sé que algunos se pueden aprovechar de mi limitación. En el 2005 participé en un concurso para ser docente, pase las pruebas y llegue a la entrevista. Aunque la ley estimula para elegir estos cargos, en esa prueba con otras personas sin discapacidad sentí que estaba en desventaja. Me preguntaba por preguntar.


"Barranquilla debe ser una ciudad para todos, que se vea en las obras que respeten a toda la comunidad son excepciones. Todo lo que se anuncia como el Tratado de Libre Comercio debe ser una posibilidad para todos".

Comentarios

LEHELVILL ha dicho que…
Bacano... lo publicaremos en el perfil de periodismo uniautónoma.

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