James hace brillar otros valores del deporte




James Rodríguez tiene el perfil del deportista modelo para una sociedad que necesita, más que buenos atletas, atractivos y enriquecidos por el marketing, que sean espejo de valores: prudente, respetuoso, buen hijo y padre, alejado de los escándalos, educado para el juego y un deseo insaciable del conocimiento fuera de las canchas.
El postre que dejó el impacto mundial de James, el jugador 10 para el presente y futuro de Real Madrid, está en la cereza: estudia ingeniería en una universidad a distancia. Un detalle pequeño y agradable al gusto como en el que exhibe en los campos jugando de centrocampista para la asistencia y delantero para el gol.
La inteligencia de un jugador que procesa el juego con una admirable inteligencia y lucidez, manifiesta en el remate, la gambeta o un tiro, solo puede ser comparado con la de un matemático que entrega cifras exactas. Y los números de James, goleador del Mundial (6), segundo mejor pasador de Colombia en Brasil (2) y el mejor asistente en la temporada pasada en la Liga de Francia (12) resisten la comparación.
James enseña que el camino a la cima no es solo el Real Madrid, hay algo más. Los orígenes marcaron los pasos de la mano de su progenitora, Pilar Rubio, porque no hay conquistas en la vida sin una gran mujer. Desde los 5 años Rubio y su nueva pareja, Juan Carlos Restrepo, hicieron un proyecto de vida con el talento de su hijo. En las imágenes que le dieron la vuelta al mundo en el pony fútbol de Medellín a principio de 2001 cuando anotó un gol olímpico y engrandecidas desde el palco del Santiago Bernabéu en su presentación en Madrid, empezó el nido de los sueños.
Restrepo cuenta que lo sentaron en la mesa del comedor en Ibagué y le propusieron que el fútbol no era solo un juego, era también un proyecto de vida. James entendió que había recibido de su papá biológico, Wilson Rodríguez, piernas fuertes, zurdo y de pegada temible, y aunque ya no estuviera a su lado, no podía ir en contra de la genética.
Wilson, que alguna vez como James marcó un golazo con Colombia, de tiro libre en un Mundial Juvenil de 1985 en Rusia, solo le dejó recuerdos. Un bebé de pelo rubio, con la camiseta del Cúcuta, donde jugó Wilson en 1992, es una postal de ayer de padre y terruño. El hijo hecho una estrella evita a Wilson con sinceridad sin odios. “Mis padres se separaron cuando yo tenía un año y no tuve luego mucha relación”, afirma cuando le han preguntado en entrevistas por Wilson.
Pilar entendió todo lo que moviliza el fútbol, primero desde la pasión como aficionada en Ibagué, se enamoró de un futbolista, y con el crecimiento de James, comenzó a especializarse como una experta, viendo partidos de las ligas del mundo, criticando y alabando a su hijo después de un partido.
James tiene mucho de Pilar, que sacrificó una segunda separación, pero de su hijo a los 16 años, cuando dejó claro que si dejaba Envigado, club en el que se formó, antes de irse a triunfar en Argentina con el Banfield, tenía que haber un contrato de trabajo.
En Banfield superó cierto sectarismo por ser colombiano de un entrenador antecesor de Julio César Falcioni. El ex arquero del América en los años 80, apartó sentimientos nacionalistas y vio el alba en la futurible estrella. Mientras el brillo llegaba por teléfono madre e hijo estrechaban el vínculo y los consejos de nunca dejaron de educarse: “Sea el primero en el entrenamiento, no trasnoche viendo televisión, aprenda todo lo bueno. Dios lo bendiga”.
Florentino Pérez, el patriarca del Real Madrid, siempre ha tenido una devoción, desde su implantación del modelo galáctico, por esos jugadores ejemplares, como Zidane, y espirituales como Kaká, que le gritó al cielo y la tierra que llegó virgen al matrimonio. La fe como motor con el talento y la trayectoria del brasileño atraparon a Pérez. Ahora con James, Florentino recupera ese perfil de jugador borrado de la galaxia blanca con el fracaso de Kaká.
James habla como si estuviera editado, sin olvidar que no es por su tartamudez, superada ante los micrófonos, sino por ser un jugador creyente, que ora en el vestuario antes de los partidos, varias veces al día. Profesa que Dios le ayuda, acompaña y no hay entrevista en donde no lo reafirme.
Es la mejor forma de coherencia en la vida, como pareja de su mujer y novia en la adolescencia, como padre de una niña, y de enviar mensajes a la sociedad. La familia, junto al sacrificio, brillan más que los millones del negocio del fútbol, que ha enloquecido a otros talentos para aterrizarlos.

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