Una década sin Elson Becerra

Recuerdos de seis mujeres del futbolista cartagenero


                                                     Elson Becerra durante en la Copa Confederaciones en Francia 1997


NILSON ROMO MENDOZA

“/No se han ido del todo/ Si aún podemos su risa evocar, su carácter y su bondad/ No se han ido del todo, si algo bueno han dejado al pasar aunque hoy ya no estén más aquí, no se han ido del todo/”
Martín Valverde (2000)

I
La mamá, Modesta Vacca: “Éramos pobres y Elson nos sacó de la pobreza de San Francisco. Decía que yo no debía trabajar y me hizo la promesa de que mientras estuviera viva, él iba a jugar... hasta que yo me muriera, pero nunca pensó que en su tierra lo pudieran matar.
Lo recuerdo todos los días y por cualquier detalle. Lo criamos en familia. Nunca se le escuchó una mala palabra. Buen hijo. Eso sí, le gustaban las mujeres y el trago. Bebía en pila. Bastante, pero nada de pelea.
Desde que se fue a jugar a Arabia Saudita en 2003, le mandaba a su papá Evelio, a sus hermanas Gilma, Claudia y Nibia para lo que necesitaran. A cada una les dio casa. Yo recibía dinero para pagar los servicios y hasta a los de allá (señala en dirección al barrio San Francisco), donde crecimos, también les dio. Una vez envió 200 mil pesos para que le hiciera una compra para los vecinos: Tarcila, Mariela, y la señora Mayo.
Pero ya no es lo mismo. Desapareció la alegría que había en este hogar cuando el niño venía. Teníamos un equipo de sonido grande y lo vendimos. Aquí ya no se oye música como antes. Hay un vacío. En todos sus familiares y amigos, y por qué no decirlo, en muchos colombianos.
Todo el mundo lo recuerda porque era buen jugador. Un jugador muy rápido. Todavía veo partidos. Vi a un negrito en la selección Colombia juvenil que se llama Darwin Quintero. ¿Es del Tolima, verdad? Fíjate tiene gambeta y gol. El ‘pelaíto’ juega como Elson. Es la semilla de mi hijo. El Deportes Tolima, donde se formó Elson como jugador, es nuestro equipo. Ah, y también apoyamos al Real Cartagena”.

II
Yuniris Rodríguez, de 35 años. Su esposa, el segundo amor. Rubi fue el primero, con quien tuvo a Daniela de 20 años, la hija mayor. Yuniris dice que no olvidará cuando se fue a vivir con Elson. Tenía 14 años. Fue el 12 de julio de 1997.
“Fue una persona alegre que compartió muchas cosas conmigo. De nuestra relación nacieron dos niños: Dayana de ocho años y Elson Evelio Jr. de cuatro. Evelio es ‘El Precioso’. Así le llamó. Que el tiempo sea el que diga si mi hijo también quiere ser futbolista. Tiene todo lo de su papá.
¡Modesta ven acá! Cuenta lo que pasó cuándo me fui con Elson (risas)...
Cuándo Elson se enamoró de Yuniris ya jugaba en el Tolima. Y ella iba mucho a la casa en San Francisco. Un día me llamó de Ibagué y me dijo que me había mandado un televisor. Fue el pretexto para decirme que se llevaría a escondidas a Yuniris. ¡Cómo me vas a meter a mi en líos!, le dije. Mi reacción fue ir a hablar con ‘Toña’, la mamá de Yuniris. Le conté lo que pasaba. Sentada en una pequeña mecedora de plástico le preguntó a su hija: ‘Mija y cómo me vas a hacer eso. ¿Te vas?’ ‘Yo sí’, le respondió de una. El día que se iban, ‘Toña’ daba gritos en el aeropuerto, y la hija agarradita de mano y con su maleta feliz, al lado de Elson”.

III
Gilma, de 43 años, la hermana mayor.
“Desde su niñez fue inquieto, vivo. Con seis años de edad ya se defendía, se iba sólo a practicar. Otras veces lo acompañé a las canchas que quedaban antes en Manzanillo. Todo el mundo vaticinaba que sería un gran jugador. Como único varón, estuvimos pendientes de él.
Claudia se dio puños con otros hombres porque le buscaban la pelea. Quien se metiera con Elson también se las tenía que ver con nosotras.
Desde pequeños pasamos mucho trabajo, por eso me decía que mientras estuviera vivo nos ayudaría, por eso se fue tan lejos a jugar. Todo por la familia. Mi casa se estaba cayendo y me ayudó a levantarla. Desde Arabia nunca me dejaba de llamar. Todos los días hablaba con mamá. Siempre estaba pendiente. Siempre que venía ponía su música y se emborrachaba con sus amigos.
Ahora hay un poco de unión debido al dolor. Sus mujeres se hablan. Creo que estamos un poco más pendientes y unidos que antes. Los sobrinos no lo olvidan. Mi hijo mayor, Javier Ulises, juega en la escuela de fútbol Academia Crespo. Le dicen ‘Becerrita’. No juega como el tío, pero el entrenador me dice que corre como Elson. Javier tiene que ser más constante”.

IV
Claudia, de 42 años, segunda hermana. Estaba embarazada un año después de su muerte.
“Hasta por una cerveza han matado en Cartagena. Me pregunto cuál fue el motivo para que asesinaran a mi hermano. Todavía no comprendo. Condenaron a 40 años a los autores, pero no encuentro explicación al crimen.
Nunca lo voy olvidar. Ahora que estoy embarazada por primera vez, sé que si estuviera vivo, no me sentiría como me siento ahora”.
La voz se le entrecorta y llora como una niña.
“Me daba todo lo que podía. No siento la alegría de una mujer cuando espera el primogénito. Es como si Dios me estuviera castigando. No siento cariño por todo lo que me pasa. Esta barriga se ha hecho con pura tristeza.
Elson ayudaba a la gente que no conocía. Hace cinco meses, antes de mi embarazo, me encontré con una señora viejita en el cementerio, en la tumba en Jardines de Cartagena. Me vio llorando y me preguntó si era familiar de Elson. Lo había conocido en La Candelaria. La vio lavando a mano en la puerta de su casa un montón de ropa y le preguntó por qué lo hacía. ‘Usted no debe estar lavando. ¿Dónde están sus hijos y nietos?’ Ella le respondió que estaban trabajando. ‘Espéreme aquí doña’. Y regresó con una lavadora. La señora me dijo que había que pedirle a Dios por su alma. ‘Fue una buena persona. Nunca lo había visto, pero mi nieta si me había hablado de él. Me decía que era un muchacho bonito’.
La gente lo recuerda así. Nunca provocó problemas y nadie hasta hoy se nos ha acercado a decirnos que Elson les hizo daño. Al contrario, fue muy desprendido. Cuando estaba en Cartagena salía bien vestido, y un día llegó en interiores porque la gente le pidió que les regalara la pantaloneta y el suéter. No era apegado a lo material. Se quitaba las cosas en la calle y regresaba en su carro hasta sin zapatos. Regaló cuatro pares nuevos que trajo de Arabia antes de morir.
A los amigos y hasta a los viciosos que se ponían pesados, no les daba dinero. ‘Si necesitas alguna medicina, comida o un tanque de gas propano, mándame la fórmula’, decía”.






Dayana, de 18 años, es su segunda hija. Nació en Ibagué durante su paso por el Deportes Tolima. Todos los días mira sus fotos. Las acaricia. Fue su adoración, la luz de sus ojos.
“Mi papá me quiere mucho. Rezo el Padrenuestro todos los días para que nada me pase. Siento que está a mi lado, cuidándome desde el cielo. Lo he visto en mis sueños. Hace unos días soñé que en la casa de Alto Bosque mi mamá estaba en el baño y papi estaba viendo televisión. Tenía el control. Estaba desnudo. Me asusté porque llegó mi tía Miguelina y le dije: ‘Papi, vete al cielo’. Me pidió un besito. Tenía sangrecita en la boquita y se lo di.
Cuando veo a la selección Colombia me acuerdo de sus partidos. Apoyo a la selección y a los amigos de mi papá que juegan en el Tolima. A mi hermanito le digo que juegue como papi y él me dice que sí”.

VI
Paula Molinares, de 39 años, fue su compañera desde el 2002. Se conocieron cuando Elson jugaba en el Junior de Barranquilla. Después lo acompañó durante su estadía en Arabia. Jugó en las ciudades de Abudhabi y Ras Al Khana con los equipos Al Jazzira Sports Club y Emirates Sports. Hace cinco meses nació María Paula, la única hija de la relación.
“El cariño de Elson no tenía límites. Estimaba a los utileros a pesar que no hablaba la lengua y algunas palabras en inglés. Yo era su interprete. Tenía una química única con ellos. El día que fue asesinado pude comunicarme con Nasser, utilero de Emirates Sports, y con Karim y Mohammed Baba, utileros de Al Jazzira, quienes también lloraron su muerte.
Para los árabes estos oficios, al igual que el de vigilante o conductor, son menospreciados y mal remunerados. Reciben unos 50 dirham. Un dirham al cambio son 27 centavos de dólar. Elson les mostraba su afecto reuniéndoles dinero de sus compañeros de equipo. Era el que más daba.
Nasser vivía en la India y con 1.000 Dirham, que le entregó al final de la temporada en agosto de 2005, pudo construir su casa en su país. Para ellos eso era mucho dinero. A la temporada siguiente Nasser le dijo que le había puesto nombre a su residencia: Elson Becerra”.

*Este texto fue publicado un año después de su muerte en El Universal de Cartagena

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