De los equipos con 10 jugadores, líbrame Señor
No somos Alemania, ni España para caer en el debut
mundialista y después arrancar como un tren imparable. Pero sí hay algo que se
le debe reconocer al ciclo de Néstor Pékerman es que ha sabido superar las
dificultades propias de sus decisiones y métodos. La eliminatoria a Rusia y
cómo la terminó Colombia es la mejor respuesta a los interrogantes que pueden
surgir después de un mazazo como el de Japón. En la agonía y el agua al cuello sacó
la cabeza. ¿Será posible esta vez con Polonia y Senegal en el horizonte?
Empecemos con los detalles del debut en Rusia. Los mínimos detalles y
que marcan la diferencia en las citas mundialistas. En dos minutos de juego,
Colombia mostró cierta tensión, rigidez para sentirse cómoda ante un Japón que
aprendió de la lección del Mundial de Brasil. Los nipones presionaron al medio
y el primer síntoma colombiano: Izquierdo, debutante, los guayos parecían de plomo.
Entendamos que era su estreno y había cierta justificación para Pékerman. Izquierdo
y los cuatro mediocampistas ocupando el ancho del campo no encontraron como
hilar, combinar, dar dos o tres pases seguidos. Ya estaba Sánchez afuera y el
guion necesita un cambio urgente. Es en esta situación del juego, cuando después
de perder un jugador a los dos minutos del partido, la responsabilidad cae
sobre los hombros del seleccionador y quien decide. Y su elección es el
máximo juicio.
Del cacareado y popular adagio: “De los
equipos con 10 jugadores, líbrame Se”, Colombia no se acordó. Encendió las alarmas en el bote
y mantuvo cierta sorpresa que, si no es por un Japón sin pólvora, el barco
nacional se hubiera hundido en el primer tiempo.
El gol de Quintero fue el único tiro directo al arco en 90
minutos. Los otros fueron juegos pirotécnicos, que estallaron antes de la diana.
En dos llegadas al área a Falcao le faltó que la bala llegará al gatillo.
Con el paisaje más inesperado, un gol en contra, me hice la
pregunta si el seleccionador Pékerman en el máximo control de la situaciones,
había considerado antes del debut en los varios días de encierro y prácticas que
Colombia ha podido quedar en desventaja en algún partido. Y si lo hizo, el plan B ¿cuál fue?
Ante la circunstancia ha tenido que salir ese entrenador
táctico, el estratega, el de la pizarra, que mueve sus fichas y convierte a su
equipo en un muro, aunque la “roca” principal ya estuviera fuera. En la desventaja sale a flote el entrenador
obsesivo que amarga al aficionado para ordenar el estacionamiento del autobus delante
de su portero y convertir su equipo en un camaleón.
Colombia no tuvo ni el chasis ni el color para confundir a
su rival. Le costó con la pelota, mandar señas de cuál es su carrocería, cómo
quiere jugar y correr, cuál es su empaque.
Un segundo detalle es que lo que se entrena se ve en el
campo. Los rondos, los triángulos, el tic tac, el toque y muevo, sirven para situaciones
apremiantes. Colombia no tiene síntomas de estos automatismos necesarios en un
Mundial que marca diferencia en los pequeños detalles y un VAR que no perdona
lo evidente.
¿Que se jugó con diez y ante un equipo que movió bien la
pelota, que obligó a correr y correr detrás de ella? Pero ver a los zagueros
metiendo pelotazos a territorio de nadie y sin ningún cazador, retrató a la Selección. Pékerman a la desesperada terminó con más delanteros y una frase lacónica al final. “Es difícil sobre ponerse a esto”.
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