Los clanes extranjeros del Junior en sus 90 años
El aporte de brasileños y argentinos en la historia del club Tiburón es rica en gambetas y goles. En sus 90 años, que se celebran en agosto, busca la octava estrella con la escuela guaraní.
El Junior de 1966.
El Junior de los 90 años de aniversario compite en la Liga Postobón para darse el mejor regalo, la octava estrella y lo hace con una plantilla con el pleno de extranjeros: el uruguayo, Sebastián Viera, el capitán, y 3 paraguayos: Nery Bareiro, Roberto Ovelar, Jorge Ortega.
La columna de foráneos nos devuelve al pasado rojiblanco, rica en jugadores extranjeros y en especial en la segunda etapa cuando en 1966 reapareció en el fútbol colombiano. Hace 45 años recuperaba el referente del fútbol de la Costa Caribe que tenía el Unión Magdalena.
El presente del Junior, con el adn de la garra paraguaya, es la reafirmación de una pretemporada mejor diseñada, con jugadores elegidos por el entrenador Julio Comesaña, sin politiquear con empresarios y aprendiendo de las enseñanzas que dejó el subtítulo ante Nacional.
Comesaña, que esta “contento y satisfecho” con los tres refuerzos que mejoran la talla del equipo que fue desnudada en la final de la Liga el semestre pasado. Bareiro y Ovelar son jugadores para aumentar el músculo en los duelos físicos y para atacar y defender en las dos áreas. Con Ortega, aunque Comesaña admitió al principio que no lo conocía, tiene un recurso más de ataque y balas para no depender de la que tuvo en el semestre anterior con Édinson Toloza.
No será la primera vez que hay sangre guaraní en el equipo tiburón (ver recuadro), el primero y hasta ahora insuperado es Javier Ferreira, que conformó uno de los equipos más atractivos, generosos para atacar. Junto al de Suan, Atlántico, Víctor Pacheco y el barranquillero Iván Valenciano, Ferreira estrechó un tridente de fantasía y goles. El paraguayo era un zurdo creativo, con pie de seda, pasador, dueño de una gran visión de juego para buscar a sus socios y combinar. Siempre entendiendo el juego como equipo. Su carácter le traicionó y en la recta final del torneo de 1991 tuvo una disputa interna con el entrenador Julio Comesaña y le quitó lo único que no tuvo aquél equipo: el título. Pero ese fútbol atrevido le dio el mejor trofeo, el de la afición: la “Junior mania” que llevaba a más de 30 mil espectadores por juego al estadio Roberto Meléndez.
Hasta la aparición de ese equipo del 91, con un extranjero influyente en el juego, la historia de los extranjeros en Junior, tuvo en sus primeras páginas a los brasileros que, como Ferreira y compañía, llenaban el estadio pero no ganaron trofeos. “Eran equipos que hacían taquillas para los otros equipos en Colombia”, recuerda Pablo Romo Romo, aficionado que empezó a ver a esos brasileños desde 1965.
Junior, que tuvo el debut en el fútbol profesional en 1948 y sanción al siguiente torneo profesional, tuvo desde el año 50 un plantel conformado por futbolistas criollos. Había cantera y orgullo en el barrio Rebolo y sus alrededores.
En 1950, luego de pagar la sanción de la Dimayor, llegaron al Junior los primeros extranjeros, brasileros todos. Fueron ellos Haroldo Carijó, Édgar Pinho, Gil Bernardo, Marinho Rodríguez De Oliveira, Vivinho, Sebastián Berascoechea, Ary, Elba de Padua Lima, Negrinhao, Adao, Norival y Heleno Da Freitas. Pura fantasía, gambetas y paredes. La estrella fue Da Freitas, abogado, bien parecido con su peinado engominado, un imán para las mujeres. “Dicen que todo lo hacía bien: pateaba, cabeceaba, driblaba y goleaba como todo una estrella. Su carácter era lo que contradecía todas sus virtudes. A veces jugaba cuando quería hacerlo, hacía desplantes y se mostraba grosero con la afición, cuenta Ahmed Aguirre, historiador del club y periodista. Gabriel García Márquez le dedicó dos de sus columnas La Jirafa en El HERALDO, porque era el único jugador que los junioristas “aplaudieron y silbaron” a la vez.
El REGRESO.
Entre 1954 y 1965 el ayuno de Junior en el torneo profesional, acabó en 1966 y lo hizo con la base de jugadores colombianos, que estuvieron en la eliminatoria al Mundial de Inglaterra 1966 con Calixto Avena, Hermegildo Segrera y Antonio Rada, y los brasileños Roberto Botejara, exmillonarios, el primero en ser contratado, Roberto Do Amaral, Escurinho y Othon Valentín. La reaparición fue un fenómeno de masa en la ciudad y tras el impacto de taquillas de más de 150 mil pesos en el Romelio Martínez, llegaron en abril Edvaldo Alves de Santa Rosa “Dida”, Ayrton Batista Do Santos y Othon Alberto Dacunha. Laerte, Iris De Brito, Nilson Bruno, Federico y Paulo César Lima y como entrenador Marinho Rodríguez de Oliveira.
“Dida” era la alegría del pueblo con sus chalacas, sus pases, gambetas, goles y una movilidad que lo hacía indetectable para marcar. Junto a Dacunha, puntero de raya por derecha y Othon Valentín, por izquierda, obligaban a ver el próximo partido sin reparar en el resultado anterior. Eran tiempos de un fútbol sincero, libre, sin estrategias defensivas. Ese Junior jugaba con 4 defensas, dos mediocampistas, uno de ellos, Romeiro, exquisito que levantaba la cabeza para buscar a los punteros, que siempre tenían las botas untadas de cal por encarar a sus marcadores con una y dos gambetas, y tirar centros casi en los saques de esquinas para la llegada de los atacantes.
Gauchos y 2 títulos
La década del 70 puso presión al equipo para buscar su primer título. Mientras Víctor Ephanor dejó el último gran recuerdo de los brasileños con sus goles, como el segundo mayor cañonero de la historia rojiblanca, y la compañía de Chiquiño y Leonardo Augusto Caldeira en 1972, en Suramérica ganaban los argentinos que abrieron la puerta a jugadores de cintura de lagartija como Galdino Luraschi y la llegada del Puchero Varacka como entrenador y sus compatriotas Juan C. Delménico, arquero; Eduardo Solari, César Lorea, Juan R. Verón, Carlos Vidal, Camilo Aguilar, Roberto Cerminatto y el uruguayo Julio Comesaña. Era un equipo de garra y corazón con los criollos Gabriel Berdugo, Dulio Miranda, Rafael Reyes y Toto Rubio. El pie de seda era de Verón con el samario Alfredo Arango y el primer título en 1977.
En 1980 los argentinos seguían imponiendo su estilo con Delménico, Omar A. Galván, Juan M. Tutino, Miguel Converti, Lorenzo Román y Óscar Fornari, arropados por la médula barranquillera de Miranda, Berdugo y Rubio, y dos de Soledad, Atlántico, Fernando Fiorillo y Bonifacio Martínez, ganadores del segundo título.
Esta década trajo otros exmundialistas gauchos, como Daniel Carnevalli y Carlos Babintong, y el defensa Edgardo Bauza que lograron en 1983 el subtítulo. Después llegaron otros como Teglia, “El bocha” Ponce, recordados por su talento y zurdos finos.
En los años 90 los extranjeros bajaron su cuota en los equipos campeones en el 1993, la tercera estrella, con el uruguayo Héctor Gerardo Méndez, y en 1995, cuarto título, con el chileno Cristian Montecinos. Entre esos años sin gloria, llegaron jugadores que dejaron goles maravillosos como la rabona de Juan José Meza, o la chalaca del camerunés Enmanuel Ebarga.
José María Pazo y Sebastián Viera están al nivel de Delménico como arquero de más títulos. La discusión está en su influencia en el equipo en tres décadas distintas.
José María Pazo y Sebastián Viera están al nivel de Delménico como arquero de más títulos. La discusión está en su influencia en el equipo en tres décadas distintas.
Ahora la historia se escribe todos los días y los paraguayos buscan un espacio en 90 años de pasión.
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El único partido que jugó Garrincha en Bararnquilla
Brasil, Garrincha y otros
Otro brasileños de los 60: Jailton, Armando Miranda, Quarentinha, Paulo César de Oliveira. Junto a ellos el argentino Oswaldo Pérez y los uruguayos mundialistas Nelson Díaz y William Martínez llegaron a Junior. En 1968 se unen los brasileros Nivaldo Peixoto, Luis Carlos Cunha, Eduardo Texeira Lima y el mundialista Garrincha (Manoel Do Santos) que estuvo en un solo partido.
Después de Ferreira...
Comesaña es el único entrenador que ha tenido a seis de los 7 paraguayos que han venido en los 90 años de historia del Junior. Después de acertar con Javier Ferreira, pidió al delantero Adriano Samaniego (1991 y 1993) que llegó con las secuelas de un tiro en el tobillo y con la resaca de su pasado en el Olimpia paraguayo, y dejó muchas deudas. No dirigió al arquero César Vásquez (1999) y fracasó con Eder Godoy que tuvo un debut de 490 se
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Postguerra y húngaros
Un año después, en el 51, Da Freitas, Marinho, Vivinho, Elba De Padua, y Berascoechea, mantuvieron el sello brasileño y se unieron a los húngaros Wladislaw Szoke, Imre Danko, Majtenyi, Bela Sarosi, Fernez Neyrs, y el checoslovaco Rafael Uram y el argentino Haroldo Ferreiro. La primera Guerra Mundial en Europa favoreció la venida de los europeos que taparon el vacío de Heleno, que abandonó al equipo en 1951, por Imre Danko que pasó a ser el más valorado
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